Para lograr la reducción de emisiones, el último vehículo a combustible liquido debería venderse en 2035
Hace unos meses hemos sido testigos de la firma del acuerdo sobre reducción de emisiones durante la Conferencia sobre Cambio Climático de París.
Un acuerdo catalogado como ambicioso y equilibrado, que supone era un
punto de inflexión histórico en el objetivo de reducir el calentamiento
global y que ha sido ratificado por Estados Unidos y China.
Un acuerdo que supone la reducción de las emisiones contaminantes
de los firmantes de hasta un 55%. Un objetivo para el que según algunas
organizaciones, será necesario afrontar un cambio drástico en sectores
como el transporte. Uno de los principales causantes de las emisiones.
Pero para algunos el objetivo será complicado de lograr sin una rápida transformación de la movilidad. Así lo indica la organización Climate Action Tracker (CAT).
Un centro de análisis científico independiente donde participan cuatro
organizaciones de investigación y seguimiento de la acción climática de
los estados para lograr reducir las emisiones, y lograr mantener el
calentamiento global por debajo de 1.5 ° C desde 2009.
Para lograr alcanzar los objetivos de reducción de emisiones, el transporte necesitará una electrificación masiva. Un sector que supone el 14% de las emisiones de efecto invernadero, y donde los coches eléctricos jugarán un papel clave.
Para el CAT, si hasta 2030 los gobiernos doblan las exigencias de emisiones
a los modelos con motor de combustión, y se logra una implantación del
coche eléctrico del 50%, se estaría cerca de conseguir la marca de 2°C
de incremento de la temperatura. Pero para lograr el objetivo del 1.5°C,
hay que ser más ambiciosos.
Para este grupo, para conseguir esa marca las ventas de coches con motor de combustión deberían terminar en 2035, y que para 2050 no existan apenas coches diésel o gasolina en la carretera. Unas fechas que suenan a demasiado ambiciosas a estas alturas.
Esto quiere decir que una de dos. O los estados se ponen las pilas y aceleran la implantación del coche eléctrico
de forma masiva en los próximos 15 años, o los objetivos de reducción
de emisiones no se lograrán. Algo que no sólo tendría repercusiones a
nivel de posibles sanciones a los países que incumplan, sanciones que pagaremos de nuestro bolsillo, si no que sobre todo supondrá que seguiremos en un mercado donde los coches más contaminantes y perjudiciales para nuestra salud seguirán campando a sus anchas por nuestras carreteras.
Según el CAT, el camino está claro. O invertimos ahora en movilidad eléctrica,
o más adelante pagaremos esta inversión no realizada mediante posibles
multas, y sobre todo con unas cifras de emisiones peligrosas en nuestras
ciudades.
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